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evista: D&D – Los Damiani
Nota de Blanca Isabel Álvarez de Toledo
El Prado y su historia tienen el encanto de los viejos jardines. Es un parque francés obra de un banquero judío oriundo de Estrasburgo: Josehf de Buschental. Un hombre que armaba y desarmaba fortunas con mucha facilidad. Una de esas bancarrotas lo llevó de Estrasburgo a París y de París a Madrid. Buschental llegó luego a Montevideo y compró ese enorme predio que nombró -al modo madrileño- «El buen retiro». Allí mandó hacer fuentes, caballerizas, plantaciones, lagos y decoraciones para homenajear a su bella esposa, María da Gloria, hija del Barón de Sorocha, y sobrina del Emperador de Brasil, Pedro I. (…) El prado se pobló para ella de plantas, aves exóticas, y estatuas traídas de Europa, sin embargo, y aunque parezca increíble, ella nunca viajó a Montevideo.
(…)
Fuimos al Palacio Piñeirúa -hoy un bellísimo albergue de ancianos- y llegamos finalmente a las antiguas caballerizas de la Calle Olmos, donde hay un taller del que emana una poética belleza, y la atmósfera que sólo logran aquellos seres con vidas dedicadas a admirar y honrar ese misterio inasible que es lo bello. Aquí está el taller de Nando Damiani. Nos está esperando junto a Elina, su mujer. Ambos nos cuentan que aquí comenzó su aventura del «Rescate» de muebles. En este barrio de grandes quintas se guardaban los caballos y los depósitos de heno para alimentarlos. Él comenzó medio en broma a recoger muebles de todos lados, pero enseguida se especializó en muebles de campo, tratando de conseguir lo más auténtico que pudiera encontrar. Él mismo los arreglaba. Llegó un momento que la gente de La Barra y de Punta del Este iba allí a buscar las cosas hasta que, con Luisa Atucha, armó el anticuario de La Barra. Aunque él fue quien comenzó, piensa que su hijo Juan ha llegado a un grado superior en el campo de la restauración. Siente que se produjo una especie de simbiosis con los porteños en gusto y decoración. La verdad es que el diálogo enriqueció a ambos y más habiendo profundizado en literatura e historia uruguaya y argentina como lo ha hecho Damiani. De nuestra conversación surge que el trabajo de transformación que ellos hacen sobre los muebles es una forma de arte sin rótulo. Más precisamente, es la expresión de un temperamento artístico volcado a la restauración. Una forma de creatividad, un conocimiento silencioso que expresa sentimientos muy mezclados.
En La Barra de Maldonado vive Juan Pedro Damiani, quien continúa con el anticuario y taller de muebles antiguos de campo que heredó de su padre Nando. Al revivir dichos muebles, lustrándolos con la dedicación y el celo de un escultor y de un verdadero artista, creó un verdadero estilo.
El Rescate
Rodeados de muebles encantadores, sentados frente a una chimenea chisporroteante y en voz muy baja, Juan Pedro va rememorando, «podríamos decir que a fines de la década del 60, aproximadamente en 1968, mi padre junto con un amigo decorador, Eduardo de Freitas, comienza a comprar y restaurar muebles de jardín, es el origen de «El Rescate». Vivíamos en El Prado, yo era muy chico, tenía 14 años y veníamos de vivir en el campo, en el departamento de Florida. Quizás es por eso que todo se hizo con sabor a campo y utilizábamos hierro, madera, mármol, lo que fue evolucionando en la búsqueda de remates. Ahí nos entusiasmamos y abarcamos más elementos. Desde muy chico yo revolvía pintura para hacer pátinas. Lo fundamental para mí es observar. Cuando veo un mueble arrinconado en los remates hago inmediatamente la radiografía de cómo va a quedar… Mi abuelo Víctor Damiani era barítono -continúa Damiani yendo al pasado- un cantante lírico con una gran carrera, treinta años en el Teatro Colón, otros tantos en el Teatro Solís y en el Sodre. La familia Damiani vivió en función de esa carrera artística, de su personalidad, y de todo ese mundo, un mundo muy especial que no es poca cosa. En Montevideo los escenarios eran el Estudio Auditorio del Sodre y el Teatro Solís, pero el teatro lírico fundamentalmente se realizaba en el estudio del Sodre. Desde muy chico me llevaban a la ópera donde participaba mi abuelo, eso era muy importante sobretodo para mí que era medio campesino. Mis abuelos tuvieron varios hijos, entre ellos Jorge Damiani, que es un gran pintor del Uruguay, además tengo hermanos, mi hermana Elina y primos que también pintan, de una manera u otra somos todos artistas. Poco a poco mi padre que trabaja con sus hijos pasa de los muebles de jardín a los de cocina -sigue recordando- en el verano de 1974 fue la primer temporada nuestra en La Barra, sobre la ruta. Yo ya estaba integrado y ayudaba a mi padre en la restauración de muebles. Tengo la imagen fotográfica de estar con vos y con Nicolás sentados en el pasto conversando con mis padres, y de las idas y vueltas a Aguaverde probando para que quedara lo mejor. Siemrpe digo que soy un ciudadano rioplatense y no sólo uruguayo, a los argentinos tampoco los veo sólo argentinos, sino también como rioplatenses esto debe haber surgido de la interacción permanente que vivimos en Punta del Este. Cuando me preguntan si me considero un artista digo que soy un artesano y no pienso que por esto bajo de categoría, cuando voy buscando muebles y encuentro «el mueble», «la pieza» se mueve todo, y ¡¡¡empieza la taquicardia!!!».
Cuenta que en el traspase del taller de padre a hijo no fue un pase de antorcha en todo caso -confiesa- «hubo usurpación de antorcha, pero fue un proceso lento, de a poco, no de la manera de un loco que arrasa. Simplemente seguí; fue una continuidad. Antes, se hacían las casas de verano para toda la vida, para los hijos y para los nietos. Ahora para cortas temporadas que a veces duran apenas quince días. El mundo de hoy no está preparado para acoger la obra de un artista, ya que la tecnología conspira con sus fuerzas y con sus tiempos, sin embargo El Rescate sigue ofreciendo muebles restaurados y trabajados uno por uno». No los ha conmovido ni quebrantado la producción y las ventas masivas. Siguen siendo los mismos artesanos, los mismos artistas, con su propio ritmo siempre en búsqueda de lo original, de la poesía y de la calidad. «Es una marca familia», dice Juan Pedro, «vamos para atrás, mi abuelo nunca hizo, a pesar de tener un repertorio de más de cien personajes, ni uno que no le gustara. Jorge Damiani pintor jamás se vendió a una pintura comercial. Ni mis padres ni yo seguimos el ritmo del industrialismo ni del mercado».
Vale la pena acercarse al Rescate y constatar el devenir de una profesión ancestral; un trabajo cuyos secretos y técnicas se van pasando de padres a hijos. Un abuelo que marcó sus vidas, tuvo un numeroso público en Buenos Aires ya que cantó veinticinco años en el Colón, a su vez Juan Pedro habla de manera entrañable de su clientela argentina que según dice es el noventa por ciento. Su autoestima sube y baja de acuerdo al diálogo que mantiene con ellos, según él lo hacen crecer.
«Lo más importante es cuando me dicen: vas por buen camino. Hay gente que es interesante, con la que aprendés, que estimulan. El diálogo con mi clientela es fundamental, su entusiasmo me genera entusiasmo. Por ejemplo, Rafael Cash y Diego Achaval son casi nuestros padrinos. Están desde el principio vienen todos los meses, son muy buenos decorados y muy conocedores. Llevan muebles a la Argentina, van y vienen, cargan y descargan. Entienden del tema. Me pasa que en alguna casa me encuentro con algún mueble que restauré y vendí hace años y aunque no lo recuerdo digo ‘eso es del Rescate’, pienso que hay un estilo del Rescate que no he creado yo sino mis padres, yo sólo lo continué…»
Elina Damiani
Elina Damiani es no sólo una afanosa buscadora de objetos sino también una exquisita pintora. Su local de La Barra es una tiendita soñada digna de una novela de misterio inglesa.
La versión femeniina de este mundo está representada por la sonriente pintora de animales, barcos y flores Elina Daminani, a quien visitamos en su negocio pintado de rojo fuego y situado en el centro de La Barra, rebosante de refinamiento y delicada sofisticación. Nada más mágico que una visita a Eliana, para admirar sus hallazgos. La felicidad completa cuando uno puede llevar algún objeto o en especial alguno de sus cuadros: sus barcos que tienen algo de las primitivas marinas nórdicas, que podrían ser de Dinamarca, Inglaterra u Holanda… sus originales animalitos, y sus pájaros, sabiamente pintados, yo personalmente regalé a mi madre, a mis hijas y a mis nietas para sus cumpleaños cuadros de Elina con lo que no sólo en mi familia ya van cuatro generaciones gozando su deliciosa pintura.